unas mandrágoras
con la lengua afuera
por el agite
el frío de escarcha
le pegaba fuertes golpes secos
esos de palma abierta
en todo el cuerpo
para no perder costumbres
y hacerse de un sudario
y era un gigante balcón
ampliamente destechado
abierto al clima,
inmune a fuerzas o rebeldías
todos iban ahí...
desde los poetas
hasta los mortales oxidados
un ritual era
caricias a los monstruos de piedra
instantáneamente
garganta infinita de la gravedad
fin del suplicio.
.
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