12 ene 2008

Una chapuza que dió al palacete, Esbozo V y 1/2

Igualito igualito a un bufón herido, Camilo ha vendido su alma a los demonios muchas veces para recobrar algo de alegría... Y en el tufo apelmazado y carnívoro de su habitación Camilo pudo notar como su sangre, vuelta fosforescente (de una fosforescencia quemada, trucha), ardía en el desconsuelo del hambre. Vio también como la ropa que colgaba en el comedor se sumergía en la repugnante fragancia de los alimentos pasados, de la carne salada, de los muchos perros que transitaron y dejaron cada uno una úlcera distinta, que venían de sus pestes desiguales. Por eso, a veces, embebido en un sueño despierto donde enredado con las enormes e infinitas venas negras de su dolido hígado, producto del vahído alcoholizado, Camilo podía pensar que se parecía más a un perro triste que a un ser humano convencional.

El sexo egoísta de la media mañana, atraía recuerdos limpios a la cochina mente de Camilo, y mientras la negra se vestía y cuidaba de no ensuciar las únicas sábanas con la sutil suciedad de sus pies, él pensaba en los colosales ataques hormonales de su juventud, en que indiscriminadamente no se lavaba las manos, se reía un poco (un poco más), y hablaba de asuntos pegajosos y osados...
Hoy, todos esos enanos desvestidos de orgía que cantaban el karaoke en el aquelarre insolente de la lujuria están muertos. Por eso Camilo se limita simplemente a... terminar. A hacer el amor mecánicamente. Y la esperanza se le duerme en tribulaciones, no hay más risa nueva, sin ayuda, vieja risa pura, esencial, que se le va en memorias... En aquellos orgasmos que culminaban en el llanto más salvaje, bárbaro y embarrado, como salientes de un sentimiento de vapor contraído o atado, donde el ahogarse significaba un acercamiento más al anexo de la conciencia que de a poquito cae en la cuenta de lo sabrosa que puede resultarnos la muerte si un domingo en el ocaso de todo el vagabundeo se reúnen las vivencias propias en una misma historia densa y espesa, que gotea y fluye. Molesta, ¿cómo no?.



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