La indigestión del Séptimo Día.
El barullo del tren parece que compitiera con la musicalidad de los grillos, se vuelve más fuerte de noche despedazando al silencio que flota por sobre el olorcito a pasto húmedo, ese ruido de mierda, ese quilombo que me rompe soberanamente las pelotas...
Es ese miedo de Camilo: El chachengue mental de un domingo a la tarde-noche cuando uno se atora de tanta pasta melancólica, languidez e insistencias infantiles del mambo nostalgia.
Entre mate y mate, y risas de resignación, Camilo denomina aquel proceso como la dura indigestión del séptimo día. Una descomposición en partes y etapas débiles de la composición funesta y macabra, tétrica y lúgubre que es su vida, o la indiferencia con que Dios mira a los suyos. Y a lo suyo.
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