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Clavamos los dientes en el árbol
y lo escalamos así
con la disciplina desesperada
del que ve el flujo lento del cielo
y solamente desea una cosa:
traspasarlo
Resistir a esto:
sólo vamos al médico
cuando nos damos cuenta
de que todos queremos
más o menos las mismas cosas
Repasamos la historia
sin poder distinguir entre
los recuerdos creados
y los sensatos
porque cualquier tipo de recuerdo
flota en un plano de la realidad
que no nos convence
y por eso tenemos problemas de identidad
Es así que la naturaleza no existe,
para algunos sólo es una construcción fresca
que se mantiene intacta
porque en los recuerdos el tiempo ya no transcurre
Nuestra historia qué es sino
una víbora ciega
agazapada en un inmenso terreno verde
ese peligro en el patio de una abuela paterna
al Oeste negruzco de Buenos Aires
unas luciérnagas
unas niñas descalzas y asustadizas
la infancia descontroladamente feliz
*
3 comentarios:
perturbador...
me gusta mucho, sigo leyendo!
A veces, en el trecho de huerta que va desde el hogar...
A veces, en el trecho de huerta que va desde el hogar
a la alcoba, se me aparecían los ángeles.
Alguno, quedaba allí de pie, en el aire, como un gallo
blanco -oh, su alarido-, como una llamarada de azucenas
blancas como la nieve o color rosa.
A veces, por los senderos de la huerta, algún ángel me
seguía casi rozándome; su sonrisa y su traje, cotidianos;
se parecía a algún pariente, a algún vecino (pero, aquel
plumaje gris, siniestro, cayéndole por la espalda
hasta los suelos...). Otros eran como mariposas negras
pintadas a la lámpara, a los techos, hasta que un día
se daban vuelta y les ardía el envés del ala, el pelo,
un número increíble.
Otros eran diminutos como moscas y violetas e iban
todo el día de aquí para allá y ésos no nos infundían miedo,
hasta les dejábamos un vasito de miel en el altar.
De "Historial de las violetas" 1965
Marosa de Giorgio
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