12 ene 2008

Una chapuza que dió al palacete, Esbozo IV

Retoño y los genes del destino.

Tres de la madrugada. Por la pesadez y el calor, una simulación presenta al mediodía mentiroso, como si se hubiera entrometido en el cuartucho donde Camilo, su mujer (la negra), y el retoño intentan llegar a Alaska oníricamente, a través de desesperados ronquidos. Es que la luna está enfurecida nomas, y medio dormido-medio despierto Camilo suplica paz...

El tren pasará durante toda la noche, da la sensación de entusiasmo. El chirrido incesante arrasa con las paredes, hace temblar la tierra, bien acomodada y ordenada en el suelo. Camilo espera, muy molesto, y es que el retoño, pobrecito, es que no sabe de horarios, de fabricas, de villa, llora el retoño, grita (pequeños grititos no desarrollados, los de sin furia verdadera, los de bebé), y vuelve a llorar, como si le estuvieran torturando que más... Y Camilo mira a la mujer que ronca a su lado. No, nunca fue angelical al dormir... Si vamos, la negra tiene de culo y carne lo que de delicadeza carece. Y no es su culpa, una vez que la bestialidad lo enrolló y esa oscuridad que agazapada por dentro quiso estallar, no hubo freno ni lógica: El ejercicio del amor tampoco sabe de métodos (el de Camilo no se ha civilizado), y se le había tirado encima, la negra no mostró resistencia y a los dos meses debieron ver llover la papeleta... Y a los cinco la negra iba con su enorme panza de retoño guardado por los pasillitos. Pucha que sabe de mundo la Negra, de guisos y esas cosas, (¿Camilo ama?)... Una mujer extraña, ordinaria, de ojos chiquitos y boca prominente de adorno. Si, no, ahí, no se, che, si y no. Nada más. Y Camilo que más da, quiero a mi Retoño y el también se sacara los zapatos con los mismos zapatos. Pero ahora retoño solo da muestras de malestar; y de madrugada mientras el tren sigue pasando y la humilde casilla tiembla de ganas de subirse al próximo (¿O es Camilo?), él mira el techo, no tiene miedo (no tiene tanto), la amenaza de derrumbe no mata, y los pobres han de fortalecerse, simplemente.

No fume' en la cama che, gruñe la negra; que de mala gana, pero esa mala gana de madre que esconde buena gana, esa negra-madre (nunca madre negra, jamás), se levanta, diestramente levanta al retoño, amamanta, con muecas de nodriza barata, amamanta de nuevo, y Camilo se da vuelta por vigésimocuarta vez y vuelve a intentar... Nunca entendió, porque nunca le enseñaron, nunca supo comprender que aun en toda la fealdad brotan algunas buenas imagenes, luces desde aquellas personas que viven a su alrededor. Mas el llanto-patada-llanto del retoño, y la negra que se uglea, y el tren que vuelve a pasar gritando más que durante el día, y las cinco de la mañana que ya llegan y anuncian que no hay perdón para su mal descanso, que el patrón ha de abrir la boca y ha de soltar el fuego artificial mas vil a quemarropa, y que el Chaco no volverá ya habiendose tragado el pasado, colado la nostalgia (riendosele en la cara a Camilo), anulado la poesía muerta, y toda esa enfermedad... Esa que Camilo conoce solo, porque es la de negarla... Una angustia que pesa tanto y obliga a Camilo a sacar el termito de mate cocido del bolso -que la negra guardó silbando- porque aglomera el peso que es aplastante y quien lo habría dicho ¿no?... Negra... ¡Eu Negra 'cuchame!, que los recuerdos iban a serme tan insanos, que lo parió...

Y todo el mundo, y nada de él, bueno, Camilo había nacido en casa sucia, y había llegado al mundo odiándolo, y solo la madre, esa gorda hedionda, solo ella sabía de esto y aquello y nunca lo dijo, porque no supo como, pero el lo adivinó, a lo largo de la agonía divisó su odio y decidió siempre que su corazón seria un eterno hambriento errante. Esperando (muy en vano) que el retoño (el suyo) no herede nada, o solo un poco, o únicamente una costumbre, y sea la de sacarse los zapatos con los mismos ruines pérfidos y derrotados zapatos.



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1 comentario:

Unknown dijo...

Me sentí identificado con las situaciones de Camilo... wow